Lutero y la
importancia de la Navidad
JUEVES, 21 DE
DICIEMBRE DE 2017 ESCRITO POR JOSÉ
MORENO BERROCAL
Lutero
celebrando la Navidad con su familia
(JOSÉ MORENO
BERROCAL, 13/10/2017) En este año en el que estamos recordando 500 años del
comienzo de la Reforma Protestante del siglo XVI, resulta fascinante
reflexionar sobre la importancia que el reformador alemán Martín Lutero le daba
a la Navidad.
Uno de los
muchos estudiantes que se alojaba con Lutero comentaba que al acercarse la
Navidad: “todas las palabras, canciones y pensamientos del reformador estaban
centradas en la encarnación del Señor”. Este mismo estudiante añade que, en una
ocasión, suspirando dijo: “¡Qué pobres somos al permanecer tan fríos e
indiferentes ante este gran gozo que nos ha sido concedido! Porque, de hecho,
este es el regalo más grande que se nos ha otorgado, y que excede a todo lo que
Dios ha creado. Y, sin embargo, creemos muy perezosamente, aunque los ángeles
lo proclaman, lo predican y lo cantan, resumiendo su canción el todo de la fe
cristiana que es ¡Gloria a Dios en las alturas! y que es el mismo corazón de la
adoración”.
... el
historiador Roland Bainton sostiene que: “el mejor Lutero y el más
característico aparece en sus sermones sobre la Navidad”.
Lutero alude
aquí al pasaje de Lucas 2.14 que recoge ese himno de alabanza de las huestes
celestiales a Dios, por el nacimiento del Mesías, delante de los pastores, en
aquella primera nochebuena. Estas afirmaciones del reformador alemán nos
proporcionan ya una pista sobre su forma de enfocar la Navidad: la
inquebrantable conexión que hay entre la gloria de Dios y Cristo encarnado.
Lutero fue un
autor muy prolífico y se conservan muchas obras suyas. Pero el historiador
Roland Bainton sostiene que: “el mejor Lutero y el más característico aparece
en sus sermones sobre la Navidad”.
Examinemos
algunas de los mensajes de Lutero que se centran en este tema. Celebrar la
Navidad, para Lutero, es reflexionar profundamente sobre el hecho histórico de
la encarnación, que Dios el Hijo tomó carne como la nuestra para salvarnos. De
entrada, parémonos sobre su famosa obra sobre El Magnificat, el canto de
alabanza de la virgen María con el que exalta a Dios como su Salvador, y en el
que se regocija por llevar en su seno al Señor, y que se encuentra en Lucas
1.46-55. Lutero dice, comentando el versículo 54: “Socorrió a Israel su siervo,
acordándose de la misericordia”, que María lo concluye: “mencionando la mayor
de todas las obras de Dios, la encarnación del Hijo de Dios”.
El reformador
alemán encomia así la Navidad porque Cristo vino a este mundo para redimir a su
pueblo: “del poder del diablo, del pecado, la muerte, el infierno, y para conducirlo
a la verdad, la vida eterna y la salvación. Esta es la ayuda que canta María.
Como dice Pablo en Tito 2.14: Quien se dio a sí mismo por nosotros para
redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su propiedad”.
Asimismo, Lutero
disfruta de la paradoja que representa el hecho de que la victoria de Dios
sobre el pecado y sus consecuencias, se encuentra en un niño. Y es que la
sabiduría de Dios excede a toda nuestra inteligencia. La imagen de un recién
nacido concita la idea de debilidad e indefensión, lo último que podríamos
asociar con la idea de la divinidad. Y, sin embargo, es en Cristo donde aparece
el poder de Dios para salvación: “para mí no hay mayor consolación dada a la
humanidad que ésta, que Cristo se hiciera hombre, un niño, un bebé … Ahora está
vencido el poder del pecado, la muerte y el infierno … si vienes a este bebé
que hace gorgoritos y crees que ha venido, no a juzgarte, sino a salvarte”.
En otro mensaje,
predicado en 1543, sobre el texto de Isaías 9.6: “Porque un niño nos es nacido,
hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre
Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de Paz”, Lutero dijo:
“El Hijo de Dios descendió del cielo a este estado de humildad y vino a
nosotros en nuestra carne, se encarnó en el vientre de su madre y se colocó en
un pesebre y fue hasta la cruz. Esta es la escalera que colocó en la tierra
para que, por ella, pudiéramos ascender a Dios. Este es el camino que debes
tomar. Si te apartas de este camino y tratas de especular acerca de la gloria
de la Majestad Divina - sin esta escalera- inventarás cosas maravillosas que
irán más allá de tu horizonte, pero lo harás a costa de dañarte a tí mismo”.
Lutero está aquí haciéndose eco de uno de los temas fundamentales de su
teología, su rechazo a conocer a Dios fuera de Cristo Jesús. El ser humano
puede intentarlo y, de hecho, lo intenta, dice Lutero, pero solo en Cristo
nacido y crucificado para nuestra salvación conocemos a Dios verdaderamente.
Como enseñó el mismo Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene
al Padre sino por mí”, Juan 14:6.
“Tenéis a Cristo
en vuestro vecino. Debéis servirle, porque lo que hacéis a vuestro vecino que
está en necesidad, se lo hacéis a Cristo mismo”.
Lutero era un
hombre eminentemente práctico y un predicador sorprendente. Así, comentando el
hecho de que no hubo lugar para José y María en el mesón de Belén, dice: “hay
muchos que estaréis pensando para vuestros adentros ¡si tan solo yo hubiera
estado allí! ¡me habría dado mucha prisa en ayudar al bebé! …. lo decís porque
conocéis ahora la grandeza de Cristo. Pero si hubierais estado allí, entonces,
no lo habríais hecho mejor que los habitantes de Belén” y añadió: “Tenéis a
Cristo en vuestro vecino. Debéis servirle, porque lo que hacéis a vuestro
vecino que está en necesidad, se lo hacéis a Cristo mismo”. La aplicación que
hace Lutero no puede ser más apropiada, recibir a Cristo como Salvador implica
necesariamente ayudar al más necesitado.
Celebrar, pues,
la Navidad, es encontrar a Dios exclusivamente en el niño nacido de la virgen
María, en Jesús, El Hijo de Dios. Es admirar a Dios por sus asombrosos caminos
de salvación para con los hombres. Es descansar en el hecho de que nuestra
salvación está asegurada en Cristo Jesús, Dios hecho carne. Y, si somos
cristianos, es, igualmente, auxiliar al que precise de nuestro favor. La
Navidad es Dios mismo viendo a nuestro encuentro en nuestra propia humanidad,
para ser así, ese Dios y Hombre Salvador nuestro, por la sola fe en Cristo.
Autor: José Moreno Berrocal / El presente artículo
fue tomado del blog del autor, Scintilla, con su consentimiento expreso.
ACERCA DEL AUTOR
José Moreno
Berrocal es conferenciante, escritor y actual presidente del Consejo Evangélico
de Castilla La Mancha (CECLAM)